- Para cuando la oficina se puso en marcha en 1924, en Chile se implementaron las primeras leyes laborales que suprimieron el pago de fichas
El pago con fichas de cartón, plástico o metal a modo de salario a los obreros de las salitreras era una práctica habitual que se extendía en todo el norte de Chile a fines del siglo XIX e inicios del XX.
Pese a lo trivial de esta forma de pago, las exigencias de que el sueldo fuese en dinero circulante por parte de las mancomunales obreras (quienes además no podían usar sus fichas fuera de la salitrera en la que trabajaban) siempre fueron parte de las peticiones que se exigían en tiempos de levantamientos.

Por citar un ejemplo, este ítem estuvo presente en el petitorio que entregaron los huelguistas a la intendencia de Iquique en diciembre de 1907, la que culminaría con la Masacre de la Escuela Santa María.
Pero los tiempos lentamente empezaron a cambiar, y en la región de Antofagasta se construyó en la década del 20 la salitrera Chacabuco, la primera oficina de la región que comenzó a pagar a sus trabajadores con dinero nacional.
Contexto social
Ubicada a 110 kilómetros de Antofagasta, esta oficina construida entre 1922 a 1924 llegó a albergar a más de 5 mil habitantes (entre los cuales más de 2 mil eran obreros), quienes vivieron desde 1924 hasta su cierre entre 1938 a 1940.
Para cuando Chacabuco se puso en marcha en 1924, ese año en Chile se promulgaron un conjunto de leyes laborales en donde se estableció, entre otros puntos, la jornada de 8 horas de trabajo, seguros, derecho a la sindicalización y la abolición del sistema de fichas.

En este aspecto, según destaca la web de la Corporación Museo del Salitre Chacabuco, esta oficina “se caracterizó por pagar a sus trabajadores con el dinero metálico establecido y no bajo fichas de cambio, como era la usanza en las viejas oficinas salitreras de extracción Shanks, y cuyo uso siempre fue reclamado por las mancomunales obreras, pues no podían gastar esas fichas en otro lugar que no fuera la salitrera en la cual trabajaban”.
Además, el libro “La oficina Chacabuco: el coloso del sistema shanks”, del académico e investigador José Antonio González, consta que la pulpería de Chacabuco mantenía un control “severo de lo que se vendía; para tal finalidad, instaló una balanza para el público con un letrero que expresaba: ‘En caso de duda, pese las compras y reclame al jefe de pulpería o al administrador si encuentra alguna diferencia de peso’. Además exigió poner los precios de los artículos y vender por kilo, medio kilo, un cuarto de kilo y octavo de kilo y tener sellados los artículos de primera necesidad en bolsas con etiquetas que indicaran su contenido, precio y peso, suprimiendo así los artículos a granel y los paquetes comunes”.
Rol de las mancomunales
Según palabras del profesor normalista y escritor pampino, Jaime Alvarado García, “desde 1880 y hasta 1920, las remuneraciones para los operarios de las salitreras se cursaban mediante el uso de fichas salario, las que solamente tenían validez en la oficina en que el trabajador desempeñaba sus esforzadas labores. Este solo hecho habla del enorme abuso que se cometía en las pulperías, donde estas fichas perdían diariamente su valor”.

Por lo anterior, el profesor normalista agrega que “los trabajadores y sus familias debían adquirir los víveres en dichas pulperías, de propiedad de la misma empresa. Luego de permanentes luchas sociales, los sindicatos, gremios y mancomunales lograron torcerle la mano a tan dura y abusiva realidad, cuando el año 1924 el Código del Trabajo dicta la Ley que obliga a las compañías salitreras a cancelar los salarios en moneda de curso legal. En Chile, se conocieron más de dos mil fichas salitreras diferentes, lo que constituye uno de los conjuntos de la numismática minera más importante del mundo”.
Lamentablemente, este hito de la oficina Chacabuco vendría a ensombrecer más de tres décadas después de su cierre como oficina salitrera, cuando sus abandonadas dependencias fueron utilizadas por el Ejército de Chile como campo de prisioneros para la detención y tortura de políticos a partir de noviembre de 1973 hasta 1974. Hoy, esta vieja oficina es Monumento Histórico Nacional por su rol en la historia pampina del norte, y también Sitio de la Memoria, por ser utilizada como campo de concentración durante los primeros meses de la dictadura de Augusto Pinochet, en la década de los 70.
Y es así que Chacabuco sigue resistiendo como un mosaico de memorias, donde las fichas de plástico o metal se transformaron en fichas de dolor. Sin embargo, las ruinas, la arena y la inmensidad del desierto guardan el eco de las voces de quienes el tiempo ni la represión pudieron callar.

