Situada en la avenida Barros Arana de Tocopilla, todavía se encuentra en pie la denominada «Casa de Piedra«, uno de los primeros edificios públicos de la región, ya que fue construida incluso antes de la fundación de Antofagasta (1868); Mejillones (1862) y Taltal (1858). Erigida en 1846, es el edificio más antiguo del Puerto Salitrero y de la región, con 178 años, y aún se conserva.
Durante la administración boliviana, el edificio fue utilizado como una subprefectura, albergando a las principales autoridades altiplánicas de esa época. En su interior, alberga dos mazmorras donde eran encerrados los revoltosos de aquellos tiempos, motivo por el cual los tocopillanos conocen esta vieja casona como la «cárcel boliviana«, ya que incluso hoy mantiene los barrotes en sus ventanas y las gruesas cerraduras de estilo medieval en su fachada.
Firma
En esta casona se firmó «pacíficamente» el traspaso de la administración boliviana a las nuevas autoridades chilenas en 1879. Según el sitio Tocopilla y su Historia del académico Damir Galaz-Mandakovic Fernández, el 22 de marzo de ese año, Manuel María Abastos, última autoridad boliviana del puerto, rindió Tocopilla ante el comandante chileno Juan Williams Rebolledo.
Además, la web destaca que «Benjamín Vicuña Mackenna en su libro ‘Campaña de Tarapacá’, cita al diario El Ferrocarril del 28 de enero de 1879, donde se señala la existencia de esta cárcel o mazmorra en la que se encerraba a los chilenos y que estos conocían con el nombre de ‘el pulguero de Tocopilla‘».
«Uno de nuestros amigos del (buque de guerra) Blanco Encalada nos ha relatado algo sobre el pulguero boliviano de Tocopilla. Es este una especie o verdaderamente una cueva en uno de los cerros, en la que apenas cabe un hombre cómodamente, cerrada por una puerta de hierro de media pulgada de espesor. Nuestros trabajadores en ese puerto lo conocen bien por desgracia, ya que se cuentan casos en que algunos de esos infelices han encontrado su tumba en esa asquerosa cueva. El día que fondeó el Blanco Encalada en ese puerto, se abrieron las puertas del pulguero y por primera vez desde su existencia, se le vio recibir un rayo de sol ya que se mantuvo todo el día en ventilación. Sin duda, el temor de una visita les obligó a tomar tal medida…».
Hoy, la casa se mantiene completamente cerrada al público y ha sido objeto de vandalismo por quienes han rayado con grafitis su fachada y han destruido sus viejas barandas de madera.
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