Este mes, noviembre de 2025, el destacado escritor fue seleccionado dentro de los «100 líderes mayores 2025», y en una entrevista con La Estrella de Antofagasta, manifestó cuál es el lugar deseado para su descanso eterno.
Al interior de la región de Antofagasta, emplazada a 50 kilómetros de la localidad de Baquedano se encuentran las ruinas de la exoficina Algorta ( también conocida como Higinio Astoreca), un antiguo bastión salitrero del cual hoy solo quedan toscos murallones y un camposanto.
Algorta inició sus faenas en 1918, año en que en el mundo concluía la Prmera Guerra Mundial, y cerró definitivamente en 1959. Pese a que hoy este lugar es casi desconocido dentro de la región, en sus salinas calles se crió un pequeño que resultaría ser uno de los escritores más proliferos del norte.
Y es que durante los primeros días de septiembre de 1950, dentro de las tantas familias sureñas que llegaban a estas oficinas con la esperanza de un mejor porvenir, estuvo una pareja con sus hijos, entre los cuales se encontraba el más pequeño de todos, un bebé de apenas dos meses llamado Hernán.

VIDA EN LA PAMPA
Hernán Rivera Letelier nació en julio de 1950 en Talca, pero a los dos meses su familia se trasladó Algorta, lugar en el cual creció, aprendió a escribir, leer y se relacionó con el entorno pampino hasta los 10 años.
En una entrevista dada al diario La Estrella de Antofagasta cuando se le consulta sobre sus primeros recuerdos, dice con un tono socarrón de «todos pos, si nací y me crié en la pampa. Si quieres saber sobre mis vivencias, ahí están mis libros».
En efecto, varias descripciones dentro de sus textos dan visos de cuáles pudieron ser los recuerdos más persistentes en el pequeño Hernán durante sus primeros años de vida en Algorta. Por ejemplo, en el libro Santa María de las Flores Negras (Planeta, 2002) detalla lo siguiente:
«Sobre el techo de la casa, recortados contra la luz del amanecer, los jotes semejan un par de viejitos acurrucados, vestidos de frac y con las manos en los bolsillos».
Luego describe a un personaje obrero que toma desayuno «aún en camiseta, termina de devorar su propio trozo de carne sangrante, acompañado de una porción de cebolla picada (…). Después, tras beberse un tacho de té bien amargo, acerca el rostro a la cocina de ladrillos y enciende su segundo Yolanda del día».
En efecto, la pampa salitrera se caracterizó por la presencia de jotes (comúnmente llamados «gallinazos») y esos «Yolanda» fueron en los tiempos del salitre una reconocida marca de cigarillos.
Así mismo, cualquiera que visite las ruinas de estas oficina podrá identificar en cualquier vivienda cuál era la cocina, dado a que todas estaban equipadas de una cocinilla hecha en base de ladrillos.
Las últimas salitreras que ha visitado Letelier, hasta ahora, fueron María Elena y Pedro de Valdivia, oficinas que visitó en 2024 en el contexto del estreno de la película «La contadora de películas», hecha en base a una de sus novelas.
«Le dije a mi mujer que, cuando muera, quiero que me entierren en un cementerio pampino«, confesó en aquella entrevista el escritor. «Pero ella me dijo que no«, agregó.
Foto de portada: Fernanda Lagos