- Fotógrafos han captado el deterioro que afecta a los camposantos salitreros debido a las constantes profanaciones de quienes allí reposan.
Blanquecinos huesos que se entremezclan con ennegrecidos maderos son la postal que se repite en los camposantos salitreros del norte. Estos corresponden a los restos óseos de viejos pampinos profanados de sus tumbas que quedan diseminados en la arena junto a sus féretros destruidos por la acción humana.
Si bien la profanación de tumbas ha sido un ultraje practicado desde tiempos ignotos por quienes buscan alhajas u objetos de valor en los ataúdes, los cementerios de las pampas salitreras han sido los más afectados durante el último siglo debido a que se encuentran en zonas inhóspitas donde la ley no llega a ejercer un control.

Desde la pandemia, estas prácticas se han recrudecido. Solo por nombrar un ejemplo, en septiembre de 2021, el único mausoleo del cementerio del expoblado de Gatico (ubicado en la ruta 1, entre Antofagasta y Tocopilla), que durante décadas pareció protegido de las insolencias del presente, fue profanado.
La postal se repite en los camposantos de Pampa Unión, Chacabuco, Francisco Puelma, Rica Aventura, Cobija y otros tantos, solo en la región de Antofagasta. Este medio publicó hace un mes un artículo sobre las afecciones del cementerio de Caracoles, en la comuna de Sierra Gorda.
Lugares afectados
El fotógrafo pampino Christian Venegas fue testigo de tan bárbaras prácticas, las cuales captó con su lente. Sobre estos hechos, Venegas reflexiona que “la soledad y el abandono, lamentablemente, han sido propicios para que gente ajena a la cultura pampina y personas cuyo único afán es destruir, terminen dañando seriamente muchas sepulturas y nichos de estos cementerios. Cerca de la exoficina Vergara se encuentra el conocido cementerio de los chinos; el nivel de profanación y destrucción es tal que prácticamente ya no queda ninguna sepultura».

Asimismo, agrega que “Pampa Unión presenta serios daños en algunas sepulturas y mausoleos. En el camposanto de Vergara se han observado nichos vacíos y el robo sistemático de parte del cierre perimetral. En Puelma se repite el mismo escenario: sepulturas profanadas y algunos nichos vacíos. Ciertamente, estamos a años luz de poder generar una cultura del respeto hacia los restos de nuestros antepasados. Para muchos, como quien les escribe, los cementerios son una rica fuente de información que nos habla de aquellos habitantes que poblaron nuestro desierto, de las familias que, con mucho tesón y a pesar de los vaivenes económicos de hace un siglo, lograron salir adelante teniendo en contra las duras condiciones de la pampa.
Por su parte, el arquitecto de la Universidad Católica del Norte, Claudio Galeno, explica —a propósito de la profanaciones— que “la única forma de protegerlos es que las comunidades involucradas y conectadas vayan cada cierto tiempo y traten de mantener los lugares. La gente va olvidando su pasado. Hay incluso cementerios urbanos que también están abandonados. En el caso de Antofagasta, en su parte central, hay sepulcros que llevan años sin visitas de parientes y están en un estado deplorable. Es complejo; se debería hacer un catastro o un registro para poder evaluar el estado en el que están, hacer un levantamiento para tener el registro de todo y así catastrar de forma fidedigna sus daños.
«Los cementerios son una rica fuente de información que nos habla de aquellos habitantes que poblaron nuestro desierto»

Historia
Recordemos que la mayoría de estos cementerios surgieron en el desierto como resultado de la proliferación de los asentamientos (oficinas) que fueron levantados por la alta producción de salitre en las provincias de Antofagasta y Tarapacá hacia fines del siglo XIX e inicios del XX, producto de la victoria de Chile tras la Guerra del Pacífico. No obstante, la mayoría de las personas que fueron inhumadas en estos cementerios correspondían a obreros y sus familias, quienes fueron golpeados por las pestes y las rudas vidas de inicios del siglo pasado.
Una de las características de los cementerios pampinos es la cantidad de niños enterrados. Mencionamos la epidemia, pero generalmente el enterramiento por epidemia se realizaba en lugares aislados. Por ejemplo, donde estaba la Plaza Matta en Antofagasta había un ‘cementerio de apestosos’. Los niños no necesariamente morían por enfermedades, sino por la mala alimentación. La vida en la pampa era bastante dura; los niños estaban mal alimentados, no tomaban leche fresca y había una alta tasa de mortalidad infantil», concluye Galeno.
En fin, la profanación de cementerios, además de herir la memoria de los calicheros que allí descansan, subraya la necesidad de cultivar una cultura de preservación de nuestro patrimonio. Estos espacios, testigos silenciosos de la historia de nuestro norte, merecen ser honrados y recordados.





