Por Rafael Mellafe, investigador histórico-militar.
Hace unos años atrás decidí investigar aspectos económicos del departamento boliviano de Antofagasta y tratar de vislumbrar cual era el aporte que dicho departamento hacia al gobierno central de Bolivia.
Uno de los enclaves que me llamó la atención fue el mineral de plata de Caracoles, muy mencionado en los libros de época, pero no en los más recientes. ¿Qué pasó? ¿Por qué desapareció? ¿Cuánta plata produjo?
Partí para Antofagasta y gracias a la gestión de Ana Olivares y Rodrigo Cameron, quien tuvo la amabilidad de llevarnos, llegamos a lo que hoy es Caracoles.
Hacia finales de 1869 y principios de 1870, centenares de cateadores vagaban por las llanuras desérticas de la región de Antofagasta buscando encontrar el “filón” que los haría no solo ricos, sino que muy ricos. Uno de ellos era José Díaz Gana, quien fue el primero en atisbar un rodado de plata en la zona de Sierra Gorda. Regresó a Cobija y con el financiamiento de un ciudadano francés, Arbous de la Rivière, junto con la colaboración de otro cateador copiapino, José Ramón Méndez, apodado el “Cangalla”, retornaron al desierto.

El 24 de marzo de 1870, el “Cangalla” dio con un gran filón de plata, al que posteriormente se le llamó “Flor del Desierto”. Una vez conocido el descubrimiento de este gran “cerro de plata” y cuyo mineral estaba casi a ras del suelo, cientos de mineros y hombres, venidos principalmente de Copiapó y Valparaíso, partieron al recién descubierto Caracoles, desatando una fiebre minera de grandes proporciones.
Caracoles o Placilla de Caracoles, se encuentra a casi 200 km. de Antofagasta y a unos 120 de Calama. En la época, los caminos eran prácticamente inexistentes y por tanto el lugar era de muy difícil acceso, tal como apunta el historiador boliviano Roberto Querejazu.
“Los que no tienen los 30 pesos que cuesta arrendar una mula, van de a pie, sin ningún recurso para atravesar el desierto. Los que van en mula llegan en cuatro días. Los que van a pie, necesitan unos 10”. [1]
Esto nos indica que no era solo difícil llegar al campamento minero de Caracoles, sino que también era complicado el abastecimiento de todo lo necesario para la subsistencia de los mineros en las faenas propias de la extracción y finalmente para el envío del producto a Cobija o Antofagasta, para su venta.
Para 1871, Caracoles contaba con una población cercana a las 1.000[2] personas, en condiciones de vida prácticamente miserables. Sin embargo, en 1875 la población había aumentado a más de 5.000 almas y se habían creado escuelas para niños y niñas, panaderías, una calle con comercios y una iglesia. Es decir, el primitivo campamento minero había mutado a una ciudad con administración municipal y un pequeño cuerpo de gendarmes. Además de lo anterior, se había mejorado el trazado y la calidad del camino que la unía con la costa.
Entre 1870 y 1874, se crearon en Santiago y Valparaíso 48 sociedades dedicadas a la explotación argentífera en Caracoles y el capital de dichas empresas sumaba la no despreciable suma de $16.088.00[3] o £2.990.334,57 que era una cifra mayor para la época. Esta cantidad de dinero llegó a representar el 46.01% de toda la inversión chilena en Bolivia. Solo a modo de comparación, la Compañía de Salitres y Ferrocarril Antofagasta equivalía al 7.43%. en otras palabras, Caracoles superaba en varias veces a la CSFA.
Para inicios de 1876 y con una población aproximada de 7.000 habitantes, se empezó a sentir los primeros indicios de que la bonanza de Caracoles estaba llegando a su fin. El precio de la plata en los mercados internacionales comenzó a disminuir por dos importantes factores. El primero fue el incremento de la producción de ese metal en Estados Unidos, con técnicas más adelantadas y por tanto a un menor costo de producción. El segundo factor que influyó en la baja del valor de venta fue que varios países europeos, como Alemania, Suecia y Noruega, adoptaron el “patrón oro”[4] en sus economías, fundiendo sus respectivas monedas de plata para venderlas como lingotes en el mercado. A lo anterior hay que sumar que las principales vetas de Caracoles se estaban agotando y por consecuencia lógica, aumentó el costo de producción.
El auge de Caracoles duró tan solo 8 años, llegó a producto cerca de 850 toneladas de plata enriqueciendo a sus explotadores, pero para 1879 comenzó el declive definitivo que llevó a su cierre y abandono final hacia finales del siglo XIX. A mediados del XX, entre 1947 y 1952, se intentó recuperar el andar, procesando los despuntes que habían quedado acumulados, pero para la década de 1960 todo estaba concluido.
Hoy no encontramos nada. Solo ruinas de lo que pudieron ser viviendas, una plaza sobre la cual hay que imaginarse una iglesia y varias calles que en algún momento tuvieron vida sobre ellas. La planicie desértica, el viento y el sol cierran el cuadro de este pueblo que desapareció en el tiempo.
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[1] Querejazu, Roberto. “Guano, Salitre y Sangre: Historia de la Guerra del Pacífico”. Op. Cit. Página 62.
[2] Bravo Quezada, Carmen Gloria. “La Flor del Desierto: EL mineral de Caracoles y su impacto en la economía chilena”. LOM Ediciones, Santiago 2000
[3] En: Bravo Quezada, Carmen Gloria. “La dinámica de la especulación bursátil: la formación de sociedades anónimas y el mineral de Caracoles, 1870-18781”. https://books.openedition.org/ifea/7271?lang=es consultado el 14/12/2021.
[4] En términos muy simples, el Patrón Oro otorga un respaldo en ese metal a la emisión de papel moneda. En otras palabras, la magnitud de las economías se podía medir en la cantidad de oro acumulado que los países poseían.